miércoles, 7 de julio de 2010

CINE CLASICO: MATAR A UN RUISEÑOR


Hay unas pocas películas que, más allá de los Oscar que han ganado o del valor cinematográfico que atesoran, tienen una especie de halo que las envuelve y las convierte en míticas para siempre...

"Matar a un ruiseñor" es una de estas películas, y por varios motivos: Esta es la historia de Atticus Finch (Gregory Peck), un abogado padre de dos hijos huérfanos, que los educa con dulzura pero sin ñoñerías, hablándoles con respeto y tranquilidad, y sabiéndoles escuchar, inculcándoles los mejores valores.
Además de criar a sus hijos debe enfrentarse a un caso muy complicado de violación, en el que es sospechoso un hombre de color... siendo los años 30 y en la zona sureña y más racista de EEUU los habitantes del pueblo dan por hecho que el acusado es culpable.

Atticus se encargará personalmente de su defensa, acarreándole la enemistad de sus vecinos, que el soportará con aplomo, pues cree en su dignidad y en sus valores, y en la inocencia de Tom. Sus hijos son testigos de la lucha de su padre contra los valores establecidos por una sociedad racista e ignorante.

Gregory Peck compone el que es el mejor personaje de toda su carrera, y que le valió justamente el Oscar, en una interpretación llena de honradez, dignidad, sabiduría, fe en unos principios morales, y firmeza en sus convicciones.

Los actores que interpretan a sus hijos estan estupendos, especialmente la pequeña Mary, que trasmite toda la admiración que un hijo puede sentir por su padre.

La dirección de Robert Mulligan plasma a la perfección la novela de Harper Lee en la pantalla, sin dejarse ningún detalle o matiz, siendo muy importante el punto de vista todamo a la hora de rodarla, siempre partiendo de la vision de los hijos.

Estamos ante una película que educa, que enseña, y que nos muestra cómo debería ser el hombre ante ciertas situaciones, pero, sobre todo, emociona.

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